En el artículo anterior, “¿CÓMO APRENDEMOS A RELACIONARNOS EN PAREJA?”, exponía que el tipo de vínculo afectivo o apego que desarrollamos en nuestra más temprana infancia, con nuestros cuidadores o figuras de apego principales, juega un papel fundamental en nuestro modo de establecer y gestionar las relaciones afectivas en la edad adulta. Esto ocurre porque la forma en que nuestras figuras de apego principales responden a nuestras necesidades afectivas durante la infancia nos lleva a desarrollar una serie de representaciones mentales acerca de nosotros mismos, del otro y de la forma de relacionarnos afectivamente, que marcan la manera en que nos relacionamos en la adultez.
¿Cómo puede ser el estilo de apego?
El estilo de apego puede ser seguro o inseguro y, dentro del inseguro, podemos diferenciar dos subtipos: el apego ansioso ambivalente y el apego evitativo.
Estilo de apego seguro:
Se da en los bebés cuyos cuidadores principales se han mostrado disponibles, han sabido detectar sus señales y adaptarse y responder adecuadamente a sus demandas, siendo capaces de aportarles consuelo y protección siempre que lo han necesitado. Estos pequeños crecen con mayor seguridad en sí mismos, en los demás y considerando el mundo como un lugar seguro. En la edad adulta, las personas con un estilo de apego seguro tienden a tener una visión más positiva de las relaciones y a percibirlas como confiables. Suelen ser personas seguras de sí mismas, capaces de expresar sus necesidades a su pareja y también de responder a las necesidades del otro con bastante acierto. Son personas que suelen hacer una correcta gestión de sus emociones. No temen a la intimidad, la aprecian, y las relaciones que establecen suelen ser de confianza y estables. No obstante, son personas totalmente capaces de estar solas y estar bien.
Estilo de apego inseguro – ansioso ambivalente:
Este estilo de apego lo desarrollan aquellos bebés cuyos cuidadores principales no se muestran disponibles de manera constante para responder a sus demandas y necesidades. Es decir, cuidadores que en ocasiones ofrecen al bebé los cuidados que necesita, pero en otras se muestran ausentes, dependiendo de su propio estado emocional. Estos niños crecen sin tener la certeza de que sus figuras de apego van a estar ahí para ellos, lo que les genera una fuerte angustia que les conduce a reclamar su presencia de manera intensa y exagerada, a través del llanto, los gritos o la agitación. Los reclaman con ímpetu porque saben que, aunque en ese momento no estén disponibles para ellos, son capaces de estarlo, pues en otras ocasiones han sabido estar ahí para responder a sus necesidades. En la adultez, las personas con este tipo de apego suelen ser inseguras y dependientes emocionalmente, y esto se refleja en el tipo de relaciones que establecen con sus parejas. Suelen ser personas que tienen la necesidad de que les demuestren sin cesar que los quieren y que van a estar ahí para ellos de manera incondicional. Este tipo de apego está asociado con preocupaciones obsesivas ante la falta de respuesta de la pareja y, con frecuencia, ponen en cuestión el amor de ésta hacia ellos. Son personas que tienen miedo al abandono, que suelen ser celosas y que sienten miedo, ansiedad y soledad con facilidad. Las personas que tienen un apego inseguro-ansioso ambivalente tienen una gran necesidad de crear vínculos estrechos y, con frecuencia, se embarcan muy pronto en las relaciones. Además, suelen percibir que sus parejas no tienen el mismo nivel de involucración que ellos en la relación.
Estilo de apego inseguro- evitativo:
Este tipo de apego resulta de la falta constante de respuesta por parte de las figuras de apego principales a las señales del bebé y de la muestra de aversión ante las mismas. Son cuidadores que no se muestran disponibles para el bebé y que ignoran y/o responden con rechazo a las demandas del pequeño. Los bebés que crecen en este tipo de entorno interiorizan que no pueden contar con sus cuidadores y aprenden a inhibir la expresión de sus necesidades, dando la impresión de ser niños independientes, con un nulo interés hacia los demás. Sin embargo, los estudios han demostrado que esta falta de expresividad emocional esconde una reactividad fisiológica importante y que, en realidad, estos niños sufren altos niveles de ansiedad. El hecho de inhibir la expresión de sus necesidades es más bien una estrategia que les permite evitar el rechazo y poder contar con la cercanía de sus cuidadores. En la edad adulta, las personas con este tipo de apego tienen una visión pesimista de las relaciones y presentan un alto riesgo de ruptura sentimental. Suelen ser personas que temen a la intimidad y que, por lo tanto, tienen tendencia a mantener distancia en las relaciones íntimas, evitando a toda costa abrirse emocionalmente a los demás. En situaciones de estrés o de conflicto con la pareja, su estrategia evitativa para mantener el sentimiento de seguridad consiste en inhibir sus emociones y evitar el contacto social íntimo, recurriendo al trabajo o a otras actividades no sociales.
Los estilos de apego definidos anteriormente forman parte de la normalidad, es decir que ninguno de ellos es considerado patológico. Sin embargo, existe otro estilo de apego, el apego desorganizado, que está asociado a experiencias traumáticas en la infancia, debido a un contexto de agresión, abuso o malos tratos por parte de los cuidadores principales. En estos casos, el comportamiento hostil por parte de las figuras de apego es impredecible, produciendo terror en el niño que, además, necesita de su cercanía. La necesidad del pequeño de apegarse a su cuidador entra en conflicto con la necesidad de protegerse del mismo, lo que le conduce a producir conductas de acercamiento que resultan contradictorias, como abrazar a su cuidador gritando o correr hacia él mirando hacia detrás. En las relaciones que estas personas con apego desorganizado establecen en la edad adulta, existe una necesidad de acercamiento, pero también desconfianza en el otro y una necesidad de protegerse del mismo. La persona presenta conductas contradictorias e inestables, con frecuencia difíciles de comprender para su pareja, y que ponen en evidencia un conflicto entre comportamientos de agresividad o de acercamiento y comportamientos de retraimiento. Son relaciones que se caracterizan por altos niveles de ira, donde las probabilidades de que la pareja esté sometida a agresión física y/o verbal son muy elevadas. Los adultos desorganizados tienden a malinterpretar las intenciones y conductas de sus parejas y esto los lleva a adoptar conductas inapropiadas, coercitivas o castigadoras contra ellas.
En definitiva, los modelos de apego que hemos desarrollado en nuestra más temprana infancia, en la relación con nuestras figuras de apego principales, se activan en las relaciones de pareja. Estos estilos de apego suelen ser estables en el tiempo, sin embargo, pueden evolucionar en función de las experiencias que vivamos en otras relaciones significativas a lo largo de nuestra vida.
Si te reconoces en alguno de estos estilos de apego y sientes que está afectando tu vida personal, recuerda que no es irreversible y siempre puedes buscar ayuda para mejorar la calidad de tus relaciones y sentirte más a gusto en ellas.
¡Espero que te haya interesado el artículo! Si es así, encontrarás más en el Blog de psicología Résilience.
¡Hasta pronto!
Ana Isabel García-Izquierdo Peribáñez
Psicóloga y psicoterapeuta
Graduada en psicología, especializada en psicología clínica y psicopatología integrativa por la Universidad Paris Descartes (formación académica, profesional y de investigación), psicoterapeuta con un enfoque integrativo certificada por la ARS de Île de France y Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia.
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