En la actualidad, estamos rodeados de imágenes corporales, no solo en las revistas o en la televisión sino también, y especialmente, en las redes sociales, donde converge un constante flujo de imágenes nuestras, de nuestro círculo social, de conocidos y de desconocidos, del que muchos estamos pendientes. Tan frecuente es el uso que hacemos de las redes sociales para mostrarnos, que el diccionario de la Real Academia Española ya incluye términos como los de “postureo“ y “selfie” en su repertorio. Sin embargo, a pesar de que a simple vista las redes sociales parezcan indicar lo contrario, la insatisfacción corporal está extremadamente extendida en nuestra sociedad, suponiendo un riesgo para nuestra salud física y mental.
De acuerdo con la ciencia, la mayor parte de la población está preocupada por al menos una parte de su cuerpo, siendo el género femenino el más afectado por la insatisfacción corporal. En un estudio llevado a cabo recientemente en la Universidad de Córdoba con mujeres jóvenes, se observó que el 93% de las participantes deseaban cambiar al menos tres partes de su cuerpo, bien fuera a través del ejercicio físico (92%), de la dieta (48%), de la cirugía (24%) o utilizando productos de belleza (23%) (Aparicio et al., 2019).
La insatisfacción corporal está asociada con diversos trastornos mentales, entre ellos los relacionados con la alimentación, y es debida en gran parte a la fuerte influencia de los medios de comunicación de masas (mass-media) y de las redes sociales. Estos, a través de las revistas de moda, de la televisión o de los influencers, promueven de forma masiva un estándar de belleza esbelto y/o musculoso, difícil de alcanzar para la mayoría de nosotros, que lleva a muchas personas a sentirse mal con la forma de su cuerpo y con su peso. Ahora bien, el problema no es la difusión de imágenes de cuerpos esculturales, el problema radica en el carácter masivo de su propagación, que a su vez contrasta con la escasez de imágenes de formas corporales diversas con las que todos podríamos identificarnos y que nos generarían menos conflictos con nuestro cuerpo.
Al estar expuestos de manera masiva y constante a figuras delgadas o meticulosamente definidas, la línea que separa lo real de la ficción puede volverse muy fina, llevando a algunas personas a querer perseguir obsesivamente esos ideales poco realistas e incluso, en ocasiones, también a capturar imágenes de su progreso y a compartirlas con el mundo buscando su aprobación. Este es un juego que puede volverse tan adictivo como peligroso, ya que para muchas mujeres el peso es un barómetro concreto con el cual medir su propia valía (Rodin et al., 1985) y, cuando así se percibe, el hecho de obtener el reconocimiento de los demás a través de las redes sociales se vuelve un agravante del estado mental de la persona.
Respaldando el riesgo al que estamos expuestos al consumir imágenes de figuras esculturales de forma excesiva, un estudio puso en evidencia que la representación que las mujeres tenían sobre su propio cuerpo era más negativa después de estar expuestas a imágenes de cuerpos delgados, que después de ver imágenes de modelos de talla normal, de talla grande o de objetos inanimados (Groesz et al., 2002). En la misma línea, otros estudios han señalado que al compararse con imágenes respondiendo a los cánones de belleza actuales, las mujeres con un peso normal tienden a percibirse más gordas (Aparicio et al., 2019) y que cuanto más se expone a las mujeres a las revistas y a la televisión, mayor es la insatisfacción con respecto a su cuerpo, más marcado tienen el estereotipo de género y mayor sintomatología asociada a trastornos alimentarios presentan (Stice et al., 1994). En definitiva, la insatisfacción corporal está vinculada con el deseo de lograr un cuerpo más delgado y con alteraciones en la conducta alimentaria (Aparicio et al., 2019) y, como hemos visto, los mass-media y las redes sociales juegan un papel preponderante en la implantación y mantenimiento de esta problemática.
Tomar consciencia de las cosas es importante, pues nos ayuda a corregir y remplazar ciertos comportamientos por otros que nos propicien mayor equilibrio y bienestar. No es cuestión de aislarse de los mass-media y de retirarse de las redes sociales, que también pueden aportarnos cosas buenas. Se trata de tomar perspectiva y analizar los riesgos y ventajas, para poder disfrutar de estas últimas y tomar medidas que nos protejan de los riesgos. Hagamos un uso inteligente de los mass-media y de las redes sociales, un uso que sea regulado y eficaz.
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¡Hasta mi próximo artículo!
Ana Isabel García-Izquierdo Peribáñez
Psicóloga y psicoterapeuta
Graduada en psicología, especializada en psicología clínica y psicopatología integrativa por la Universidad Paris Descartes (formación académica, profesional y de investigación), psicoterapeuta con un enfoque integrativo certificada por la ARS de Île de France y Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia.
Aparicio, P., Perea, A.J., Martinez, M.P., Redel, M.D., Pagliari, C., & Vaquero, M. (2019). Social media, thin ideal, body dissatisfaction and disordered eating attitudes: an exploratory analysis. International journal of environmental research and public health, 16(21)
Groesz, L.M., Levine, M.P., &Murnen, S.K. (2002). The effect of experimental presentation of thin media images on body satisfaction: a meta-analytic review. The international journal of eating disorders, 31(1), pp. 1-16
Rodin, J., Silberstein, L.R., & Striegel-Moore, R.H. (1985). Women and weight: a normative discontent, In T.B. Sonderegger (Ed.), Nebraska symposium on motivation, Vol 32: Psychology and gender (pp. 267-307). Lincoln: University of Nebraska.
Stice, E., Schupak-Neuberg, E., Shaw, H.E., & Stein, R.L. (1994). Relation of media exposure to eating disorder symptomatology: an examination of mediating mechanisms. Journal of abnormal psychology, 103, 836-840
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Muy instructivo e importante para estos tiempos.
Gracias por tu comentario, Francisco. Me alegra que te haya interesado el artículo. ¡Un saludo!
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